Les dejamos un resumen de lo que conversaron en mayo 2020 en el Vivo la Dra. Rufina Pearson y el Dr. Gustavo Abichacra médico pediatra y miembro de  @disfamargentina

 

¿Qué es la Dislexia?

La definición científicamente consensuada y a la que adherimos indica que “es una dificultad específica de aprendizaje para aprender a leer y automatizar la lectura. Tiene origen neurobiológico y está caracterizada por dificultades en la precisión y/o fluidez en el reconocimiento de palabras y por falta de habilidad en el deletreo y la decodificación. Estas dificultades son el resultado de un déficit en el componente fonológico del lenguaje y son generalmente inesperadas en relación con otras habilidades cognitivas, habiendo recibido el niño instrucciones efectivas del docente”. 

 

¿Cuáles son sus consecuencias?

Consecuencias secundarias pueden incluir problemas en la comprensión lectora que reducen la experiencia del niño con la lectura. Esto también puede impedir el incremento del vocabulario y el desarrollo de las redes semánticas que son el sustento del conocimiento.

 

¿Cómo la detectamos?

Los indicadores tempranos y más sencillos de identificar son la heredabilidad (puede haber antecedentes de dislexia en la familia) y los trastornos del lenguaje (aunque no siempre presentan dificultades de lenguaje). Luego se observan otros predictores más específicos que nos permiten anticipar que va a aparecer una dificultad en el aprendizaje de la lectoescritura:

    • Baja conciencia fonológica: tienen dificultad para analizar y manipular los sonidos, como por ejemplo el sonido inicial de una palabra.

 

  • Identificación de letras: les cuesta reconocer y retener las letras, o le interesan poco.
  • El nivel de escritura: apenas copia o escribe su nombre o el de los demás de memoria, representa letras aisladas pero le cuesta el auto-dictado según lo esperado para su sala o estimulación.
  • Dificultades en la memoria de trabajo verbal y en la velocidad de denominación: no recuerda los colores, los nombres familiares/amigos o los confunde, le cuesta encontrar rápido la palabra de algo que quiere nombrar.

 

 

¿Qué hacer frente a esto?

En nivel inicial se puede evaluar psicopedagógicamente y detectar un “nivel de riesgo”, el cual permite iniciar una intervención preventiva. A partir de 1° grado, ya se puede hacer una evaluación diagnóstica y atendiendo a indicadores específicos, donde se evalúen no sólo las áreas de aprendizaje (especialmente las habilidades fonológicas y la fluidez lectora) sino también sus áreas cognitivas para delimitar fortalezas y debilidades y así poder establecer los objetivos de un tratamiento adecuado. Esto permitirá acompañar al niño de manera temprana sin que tenga que sufrir consecuencias emocionales severas.  Es importante detectar y evaluar a tiempo para que la dislexia no sea un trastorno invisible y para que pueda compensarse en forma eficiente y sin correlatos emocionales generados por el fracaso sostenido.   

 

¿La dislexia es una enfermedad? 

  1. La dislexia no es una enfermedad sino una condición que acompaña y permanece en la persona durante toda su vida. Puede compensarse adquiriendo estrategias compensatorias y en forma más eficiente cuando la intervención se realiza en etapas tempranas. 

¿Existe medicación para la dislexia?

No existe medicación para la dislexia. Sin embargo, existen algunas vitaminas naturales como el omega 3 y el zinc que favorecen las conexiones neuronales y redundan en mayor capacidad atencional (al igual que una buena dieta o la realización de ejercicio y vida sana), aunque no solucionan las problemáticas del aprendizaje.   

 

¿Se presenta junto con otros trastornos?

  1. La dislexia puede aparecer alrededor de un 40% con Discalculia, el 30% con TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad), muchas veces con Disgrafía (algunos estudios hablan de una incidencia del 20%) y en todos los casos se presenta con Disortografía. Además de ello, es importante tener en cuenta el aspecto emocional porque las personas con dislexia están muy preocupadas por no cometer el error, por no “defraudar” a ellos mismos o a sus padres y docentes, lo cual puede generar mucho estrés y depresión en los niños, que llevan a síntomas físicos como cefaleas, dolor de panza, úlcera y hasta depresión. Hay que evitar que entren en un circuito de “indefensión aprendida” donde hagan lo que hagan los resultados siempre son los mismos y sientan que no vale nada esforzarse. O también, que “aprendan a ser dependientes”. Es importante darles los recursos para ganar autonomía, lo cual refuerza la autoestima, además de permitirles funcionar en forma independiente.

 


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